Cuando trabajamos en el espacio euclídeo bidimensional, y nos centramos en el mundo de los números naturales, es inevitable referirse a Pitágoras y sus ternas: tres números naturales que determinan las longitudes de los lados y de la diagonal de un rectángulo.
O sea, tres números naturales a, b, c tales que a2 = b2 + c2. Hay infinitas ternas pitagóricas: 3, 4, 5; 5, 12, 13; 7, 24, 25; 8, 15, 17; …
Leonhard Euler se interesó por una propiedad análoga en la siguiente dimensión. Pensó en un paralelepípedo recto-rectangular (un ladrillo) en donde todas sus dimensiones y las diagonales de sus tres tipos de caras fueran números naturales: se le llama la Caja de Euler o Euler Brick.

El primero de ellos fue descubierto por Paul Halcke en 1719. Este ladrillo es de 44 unidades de alto, 117 de ancho y 240 de largo, y sus diagonales son 125, 244, y 267 unidades. Hay infinitos sextetos de números naturales que dan lugar a las respectivas cajas de Euler.
Y, ‘rizando el rizo’, definimos el ladrillo perfecto: una Caja de Euler en la que la diagonal del paralelepípedo también es un número natural.

Aún no se ha descubierto ni se ha demostrado que no exista, y es un reto actual de las Matemáticas despejar esta incógnita.
De todas maneras, si existe, las dimensiones del ladrillo perfecto deben superar las 1012 unidades.